Desperté una mañana soñando en nuestro encuentro. Las últimas notas oscuras de una noche que moría daban paso a las pinceladas suaves dadas por un gran artista en el lienzo de mi ventana, descubriendo un perfecto amanecer. El Dios Ra aun no asoma en el horizonte, solo deja sentir su presencia en su lento, pero inflexible andar. Los faroles de las calles cierran sus ojos y parecen acostarse a la presencia de los primeros rayos de luz. “nace un nuevo día”.
Mientras admiro el nacimiento de un nuevo día, mis pensamientos navegan hacia ti. Tu silueta frente al inmenso sol del amanecer, muestra tu hermosa figura, tus finas y delicadas curvas que alimentan mi imaginación y deseo. Estás inerte, admirable en tu pose. Tus brazos cuelgan a los lados de tu cuerpo, permitiendo a la suave brisa pasar entre ellos, jugando con tus vestidos, dando vida y movimiento a tu hermosa figura. Tus cabellos bailan al ritmo de la brisa dando alegría a tu conjunto. Estas posando solo para mi.
El sol sigue su camino inexorable y tú te vas alejando en el horizonte, dándome la espalda, tu frente en alto, orgullosa, decidida, firme. Volteas y siento que me sonríes seguido de una pequeña pausa, indicándome que esperas por mí. Luego emprendes tu camino hasta que te pierdo de vista.
Luego de una ducha, perfumo mi cuerpo y me miro al espejo buscando detalles que pulir. Mi barba bien rasurada, mi cabello peinado a mi estilo. Estoy armonioso.
Busco mi ropa y zapatos para la ocasión, para nuestro encuentro, después de tanto tiempo pensando en ello, planificándolo, proyectándonos en un futuro todavía incierto, pero con ansias de disfrutar el presente, e ir dando los pasos y poner las piedras necesarias para construir nuestro futuro. Tu crees en el, yo también lo creo. Solo debemos creerlo ambos como un solo pensamiento, un solo creer, un solo querer.
Recibo un mensaje tuyo donde me dices que estas lista, que esperas por mi. Solo esperaba este mensaje para salir a tu encuentro. Todo como lo habíamos planeado, aun así, me pareció una eternidad.
El sol se mantiene firme en su paso, el cielo en su telón celeste, deja marchar motas blancas de algodón descubriendo curiosas figuras. La brisa, siempre presente, refresca la mañana. En mi andar, voy pensando en como estarás vestida, como me recibirás:
Será con un tímido beso en las mejillas?
Me abrazaras fuerte con deseos de no soltarme?
Se sellaran nuestros labios en un calido y cariñoso beso?
Querrás caminar conmigo cogidos de la mano?
Solo me dejare llevar por lo que mi corazón piense y mi mente sienta, sintonizarme con los tuyos y que fluya lo que tenga que fluir.
Muchas canciones llegan a mi mente y me aferro a ellas como compañeras de andanzas, como sabias consejeras que poetas nos han regalado o hermosos versos que deseamos se cumplan en nosotros mismos.
“…Ayer soñé en el regreso
Es mas corta la distancia
Yo ya te veo descalza caminando hasta la cama
Vida mía… Cuanto te sigo queriendo
Que no hay distancia ni tiempo cuando el amor es sincero…”
“…Y es que cuando llueve, no es que llueve
Es que Dios aprende a llorar
Cuando llueve mas te quiero,
Y cuando llueve tu no estas.
Lluvia son tus ojos,
Lluvia mi tranquilidad
Lluvia es esta canción sin terminar…”
Los artistas nos enseñan en su obra lo que sienten en si mismos, lo saben expresar y no temen hacerlo. Son valientes por naturaleza. Estos pensamientos me dan seguridad de lo que siento y me reconforta saber que también puedo llegar a ser un artista.
Llego al portal de mi amada. Allí esta ella, sublime, maravillosa, radiante. Su vestido de falda larga, amplia y suelta muestra una apariencia bohemia, primaveral, juvenil, alegre. Baja los escalones con gracia, bailando al ritmo de sus propios pasos. Sus cabellos danzan y brillan por sus graciosos movimientos dejando pasar la luz entre ellos. Es un momento de nunca olvidar.
Llega hasta mí y se detiene esperando mi reacción. Pienso que ella tiene las mismas dudas que me acompañaron en mi camino. Mis canciones y poemas pasan fugazmente por mi cabeza y me dan fuerzas para tomar la iniciativa.
Cojo cada una de sus manos entrelazando nuestros dedos y las aprieto con firmeza. Ella repite mi acción y también me aprieta las manos, con una sonrisa amplia, cómplice, que brilla en su rostro. No hay miedos, no hay distancias. La acerco hasta mí y ella se deja llevar. Suelto sus manos y la abrazo calidamente, sintiendo sus senos apoyarse en mi pecho. Su aroma exquisito se apodera de mis sentidos. Hago mío este momento. No quiero separarme de ella ni del momento.
Ella busca con sus manos separarse un poco de mí. En este momento me entra dudas, me siento avergonzado. Pienso que fui muy violento al actuar de esta manera. Bajo los ojos y avergonzado pido disculpas mirando al suelo. Empiezo a aflojar los brazos para liberarle de mi abrazo, pero ella no me deja. Sus manos, ya libres, buscan mi barbilla y me levanta la cara. Nos miramos fijamente a los ojos por unos segundos. El brillo de sus ojos era único. Me miraba con expresividad, con ternura, con cariño.
Con delicadeza, coge mi rostro con ambas manos y me besa en los labios con suavidad, con cariño. Luego abraza mi cuello y me susurra al oído “Cuanto deseaba que llegase este momento”. Nos fundimos en un fuerte abrazo, juntando nuestras mejillas, escuchando nuestra respiración.
Nos cogimos de la mano y nos perdimos entre la multitud bajando la calle, buscando un sitio que fuese de nuestro agrado, para convertirse en nuestro sitio, nuestro rincón, donde acabaría de nacer nuestra unión.
RBR, 21 diciembre de 2010